La Tamborrada de Hellín: un estruendo que traspasa fronteras

Declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2018, la Tamborrada de Hellín (Albacete) es una de las manifestaciones culturales más impactantes de España. Cada Semana Santa, el redoble simultáneo de más de 20.000 tambores convierte esta localidad en un epicentro de tradición, emoción y fervor popular.

Raíces históricas y evolución

Los orígenes se remontan a 1411, vinculados a la visita de San Vicente Ferrer, quien utilizó tambores en sus procesiones penitenciales. Sin embargo, la tamborada como fenómeno masivo toma forma en el siglo XIX, consolidándose como un rito colectivo que fusiona lo religioso y lo pagano. Hoy, participan cerca de 25.000 tamborileros –incluyendo mujeres desde los años 20–, superando en número a la población local (35.000 habitantes).

El ritual sonoro: días clave

  • Viernes de Dolores: La primera tamborada, con el Vía Crucis de las Antorchas hacia el Calvario.

  • Miércoles Santo: La más multitudinaria. Miles de tambores acompañan el traslado de las imágenes del Medinaceli y Los Azotes.

  • Jueves Santo: A medianoche, el Rabal se inunda de redobles continuos hasta el amanecer, interrumpidos solo por el mojete (plato típico) en la madrugada.

  • Viernes Santo: Al alba, los tamborileros suben al Calvario formando un río humano. Por la tarde, el silencio de la Procesión del Santo Entierro contrasta con el estruendo previo.

  • Sábado Santo: Tamborada nocturna con protagonismo femenino, tradición reforzada desde la década de 1920.

  • Domingo de Resurrección: Tras un silencio sobrecogedor durante el Encuentro entre la Virgen y el Cristo Resucitado, estalla la última tamborada con la suelta de palomas.

Claves de una tradición única

  • Vestimenta simbólica: Túnicas negras con pañuelos rojos al cuello y capuces. Las peñas se distinguen por escudos bordados.

  • Artesanía local: Tambores autóctonos fabricados con piel de cabrito originalmente, hoy mantenidos por lutieres especializados.

  • Paisaje sonoro identitario: Toques como el racataplás (alegría por la Resurrección) y el redoble corrido crean una atmósfera única.

  • Hospitalidad hellinera: Abrazos entre conocidos y desconocidos refuerzan lazos comunitarios durante las marchas.

Patrimonio vivo

La UNESCO reconoció esta práctica como parte de «Las Tamboradas», junto a otras localidades españolas. Su valor reside en la transmisión intergeneracional y en ser un espacio democratizado: no hay distinciones por edad, género o condición social. Las peñas –grupos organizados– aseguran su preservación mediante ensayos anuales y actividades culturales.

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